MÉXICO/MOSCÚ/KYIV
La agresión rusa a Ucrania puede poner en riesgo la relación de México con los Estados Unidos. Es lo que opinan muchos comentaristas mexicanos, los que son, generalmente, críticos del presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO). Se trata de una guerra (palabra prohibida por el gobierno ruso) que tiene repercusiones universales, algo que no parece entender un presidente que no ha manifestado interés personal para las relaciones internacionales, a nos ser para reclamar algo a España, a los diputados europeos o a Antony Blinken por su juicio sobre los asesinatos a periodistas.
El 24 de febrero, AMLO se negó rotundamente, en su conferencia de la mañana, a condenar la invasión rusa y le tocó, muchas horas después, al Secretario de Relaciones, Marcelo Ebrard, presionado por la Unión Europea y la embajadora de Ucrania, deshacer el entuerto. Desde aquel día, el gobierno mexicano se presenta como un Janus bifrons, en su dimensión bipolar. Por un lado el presidente que se niega a condenar al agresor, que precisa que México no tomará jamás represalias contra Rusia ( su secretario de turismo celebra la llegada de Aeroflot a México), que condena la ayuda que promete Washington a Ucrania (no solamente la militar, sino también la humanitaria); por el otro lado su ministro Ebrard, en el papel de bombero que apaga el incendio prendido por su Jefe, y se asocia con París en la ONU, para presentar una resolución franco-mexicana que no se limita a pedir la paz, sino condena la agresión rusa y logra, en la Asamblea general, el 24 de marzo, que 90 países pidan “el cese inmediato de hostilidades de Rusia contra Ucrania y en particular cualquier ataque contra civiles y objetivos civiles”. Bajo la dirección del mismo Marcelo Ebrard, el representante mexicano había votado la primera resolución que exigía a Rusia terminar con su guerra contra Ucrania.
De manera contrastada, AMLO garantizaba: “No vamos a tomar represalias (contra Rusia) porque queremos buenas relaciones con todos… No consideramos que eso nos corresponda y pensamos que lo mejor es promover el dialogo para la paz”. Ni dijo “no balazos, abrazos”, mensaje destinado al crimen organizado en México. Cuando añadió que “no podemos estar a favor de las invasiones”, precisó en seguida que México había sido víctima de muchas invasiones a lo largo de su historia, en clara alusión a la guerra de agresión de los EEUU (1846-1848). Los comentaristas manifestaron que tales declaraciones bien podrían afectar la relación bilateral con este último país.
México juega cierto papel en la estrategia del Kremlin: en diciembre del año pasado, cuando Putin estaba acumulando fuerzas armadas a la frontera de Ucrania, declaró: “No estamos desplegando nuestros misiles en las fronteras con los EEUU, no. Por otro lado, EEUU está desplegando sus misiles a la puerta de nuestra casa (alusión a la eventual entrada de Ucrania a la OTAN), en la puerta de nuestra casa. ¿Estamos exigiendo algo excesivo? Simplemente les estamos pidiendo que no implementen sus sistemas de ataque en nuestra casa. ¿Qué pensarían los EEUU si, por ejemplo, decidiéramos desplegar misiles en la frontera entre Canadá y EEUU, o México? ¿Acaso México y EEUU nunca tuvieron disputas territoriales? ¿Qué pasa con California? ¿Con Texas? ¿Se olvidaron de eso? Nadie recuerda esas cosas, pero qué bien recuerdan Crimea.” No prometió devolver a México los territorios perdidos a cambio de su apoyo, pero sus palabras le recuerdan al historiador el famoso telegrama Zimmermann de 1917.
López Obrador ha tomado el lado ruso; Marcelo Ebrard limita los daños. Falta entender al presidente y los intelectuales “bolivarianos” que lo rodean. Invocan la doctrina mexicana de “no intervención” y olvidan que Lázaro Cárdenas apoyó, hasta con armamento, a los republicanos españoles contra los rebeldes nacionalistas; que México entró en la segunda guerra mundial contra el Eje; que el presidente Echeverría rompió las relaciones con el gobierno golpista de Pinochet. ¿Por qué tal conveniente amnesia? Las simpatías instintivas de AMLO van del lado de Cuba, Venezuela, Nicaragua, y por lo tanto de Rusia. Lo que contradice el acuerdo firmado el 9 de septiembre de 2021 entre México y EEUU “para garantizar de la mejor manera que EEUU y México enfrenten los desafíos de nuestro tiempo y aseguren que nuestros pueblos prosperen.”
“El grupo íntimo que se nuclea en torno al presidente y que impulsa la precandidatura de Claudia Sheinbaum, tiene una voz que se expresa en los espacios editoriales del diario La Jornada.” (Pablo Hiriart, “Andrés Manuelovich”, El Financiero, 2 de marzo 2022). Su tesis, adoptada por muchos, es que, si bien es de lamentar la guerra, el responsable es Washington y su OTAN, porque quiere recuperar su hegemonía mundial, amenazada por Rusia y China. Para ellos, Vladimir Putin es “un mandatario que defiende la libertad de Rusia para relacionarse con países progresistas como Cuba socialista o Venezuela bolivariana.” La Jornada afirma: “Ucrania, la difícil verdad. En una prolongación de la “guerra fría”, Occidente se empeñó en instalar en Kiev un gobierno rusófobo, con lo cual dio pie a la rebelión de las regiones d mayoría rusa y gestó una suerte de guerra civil.”
Por eso la organización Juventudes de Morena del Estado de México apoya a Rusia y recibe el agradecimiento del embajador ruso; por eso ciertos diputados de la mayoría del gobierno forman un Grupo de Amistad México/Rusia e invitan el embajador ruso al Congreso (23 de marzo 2022). El ex embajador de México en los EEUU, Arturo Sarukhan expresó que esto “retrata de cuerpo entero a la izquierda trasnochada, rancia y sin rumbo que México no merece.” Cuando el embajador ruso agradece a los diputados y dice “hoy día, en el mundo, hay países como China, como India, como México que a la orden del Tío Sam nunca van a contestar “yes, sir””, ¿qué pueden pensar en Washington? No solo en México, en toda América latina, hay gente que simpatiza con Rusia. ¿Por qué? Más allá de las nostalgias “castristas”, existe la antigua yanquifobia. En la primera y en la segunda guerra mundial, muchos mexicanos (no todos) fueron germanófilos porque Alemania era el adversario de los EEUU.
Desde Washington llegó un primer mensaje: el Comando Norte y el Comando Sur de los EEUU expresaron su preocupación por la presencia de numerosos agentes de inteligencia rusos (la inteligencia militar, G.R.U). A buen entendedor, pocas palabras.
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Mexico Institute
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